Desde los años 80 los videojuegos han sufrido un gran auge que los ha convertido en un fenómeno mundial.
Es el juguete más regalado a niños y niñas y a las y los adolescentes, aunque en menor medida al sexo femenino.
Este boom los constituye como una poderosa herramienta educativa que puede utilizarse en pro de una sociedad mejor o en el sentido contrario; una sociedad en las que están más patentes las desigualdades.
Los videojuegos, pese a lo que algunos estudios defienden –reproducen los intereses de las entidades que los financian- no son asépticos, son un vehículo de socialización muy potente como transmisores de valores.
La transmisión y permanencia de los estereotipos de género está siendo potenciada por los modelos que se reproducen en los videojuegos, de tanto éxito en las personas adolescentes y en la juventud.
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